«Hay vida más allá de las cejas.» Esta frase me ronda hace tiempo… Y es que vivimos la vida de cejas para arriba. Nos educan para hacerlo todo desde el pensamiento y la lógica, desde el raciocinio, y llevamos varias generaciones así… Vivimos cercenados/as del cuerpo, que acaba siendo un mero vehículo que nos lleva de acá para allá y que, a veces, nos molesta. Porque duele, porque se cansa, porque a veces no estamos «a pleno rendimiento». Y eso a la mente le fastidia y se convierte en un impedimento para «seguir tirando». Pero a veces pasa y el cuerpo se hace presente de golpe, como sin previo aviso, y algo se nos rompe, o nos duele, o se enferma o nos deja tirados en la cama una temporada. ¿Significa que eso antes no estaba? No, significa que lleva años avisándonos y nosotros ignorándolo. Y tiramos mientras podemos seguir. Hasta que quizá dejamos de poder y el cuerpo no aguanta más. Porque no somos sólo una mente con patas y el cuerpo está ahí para algo más que ser el chófer de nuestro cerebro. Está ahí para vivir. Y vivimos, sentimos y pensamos con todo el cuerpo, ¡no sólo de cejas para arriba! Nuestra «mente» no está sólo en el cerebro, sino en todo nuestro cuerpo, estoy convencida de ello… Y nuestra existencia está tan limitada al vivir sólo desde el reducto craneal, que el cuerpo nos avisa de que eso no puede seguir así, y nos frena y nos dice: «¡eh! ¡que estoy aquí!»
El volver al cuerpo, el descubrir la vida más allá de las cejas, es todo un viaje. Un viaje hacia adentro, hacia uno/a mismo/a. Quien haya estado buscando la vida hacia fuera, que levante la mano. Creo no nos libramos ni uno/a. Y yo la primera.
Hasta que un día respiras y te das cuenta de que hay cuerpo, de que hay dolor, de que hay fatiga, de que hay emociones atrapadas y mil cosas más. Y la cabeza nos dice que sigamos pero quizá no es tan fácil como antes. Porque de repente vemos y sentimos que tenemos cosas por solucionar, ordenar o asimilar, y que no logramos resolver desde la cabeza. Porque en el cuerpo se encuentra todo: nuestra historia, nuestras emociones, la concepción de nosotros/as mismos/as, los conflictos que hemos vivido, incluso la historia de los que nos precedieron… Ahí, esperando para contarnos la historia más interesante jamás contada: la nuestra.
¿Y tú, cómo te llevas con tu cuerpo? Te escucho…