Hija, ponte recta

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«Hija, ponte recta.» Mi madre me decía esta frase cada dos por tres, con toda su buena voluntad. Yo era adolescente e iba un poco encorvada, un poco, no te vayas a imaginar que iba con chepa, no era para tanto. Pero lo suficiente para que mi madre me dijera cada tanto «hija, ponte recta, que vas a acabar toda encorvada». A lo que yo le respondía: «lo intento, pero no puedo».
Y la verdad es que lo intentaba, trataba de enderezar mi postura, y mantenerme erguida todo lo que podía, pero no había manera. Lo achacaba a la mochila y a mil cosas más, pero la verdad es que no podía mantener la postura recta. Ni cuando empecé a hacer yoga, nada.
Hasta que un día, un montón de años después (montón, montón, casi veinte), hubo un día en que llegué a casa después de recibir una sanación energética, similar a las que yo realizo hoy en día, y, al mirarme al espejo, no podía creer lo que veía… ¡no estaba encorvada! Tenía la espalda más recta, sin esos hombros que inevitablemente siempre se cerraban un poco hacia dentro. Y eso que ni siquiera había ido con la intención de trabajar eso… así que estaba aún más sorprendida. Aún así, eché mano del escepticismo y pensé «a ver si va a ser flor de un día… y mañana vuelvo a lo mismo», pero no. Mi espalda no se volvió a encorvar nunca más. Puedo estar menos derecha si estoy muy cansada, pero mi espalda siempre está erguida. ¿Por qué? Simplemente porque puede estarlo.
En ese momento decidí que quería aprender todo lo que pudiera sobre lo que acababa de vivir, ansiaba comprenderlo, y eso que ni siquiera pensaba dedicarme a esto. Para mí se volvió incuestionable que había “algo más”… que hay cosas que afectan a nuestro cuerpo físico sin que tengamos la más remota idea de que están ahí. Y me di cuenta de que mi yo adolescente tenía razón cuando decía que “no podía”, aunque no supiera por qué. Hasta que pude liberar lo que liberé.
Así que ya no me “tengo que poner recta» sino que «puedo estar recta». Sin más. ¿Y a ti, te han dicho algo así alguna vez? ¿Hay cosas en las que sientas que «no puedes»?
Te escucho…

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