Amo meditar

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Con el tiempo, me reencontré con la meditación. La vida me llevó hacia allí, inevitablemente. Afortunadamente. Porque tengo una teoría…. que cuando empiezas a meditar, aunque no lo hagas, sigue ahí. No te puedes olvidar sin más. Se abre una puertecita que ya no vuelves a cerrar, porque algo inmenso dentro de ti ya no quiere que lo hagas. Aunque haya sido una mierda la primera vez. Y ahí llegó otro aprendizaje: NO SE PUEDE MEDITAR MAL. Aunque sientas que haya sido una mierda la sesión, ha sido la sesión perfecta. Aun estando en la mierda. Porque eso es lo que necesitabas mirar, vivir, sentir, sin más… toda esa incomodidad. Que no es que la provoque la meditación, sino que, simplemente, te muestra lo que ya está ahí pero que nunca te has parado a mirar. La meditación no te incomoda, sino que, si estás incómodo en ti, la medi te lo viene a mostrar y te confronta con el hecho de que, muchas veces, no te hallas dentro de ti. Tela, ¿eh? ¿No es eso poderoso? Bajas un poco las revoluciones y voilá, se te muestra exactamente lo que necesitas mirar. Sin trampa ni cartón. Ni más ni menos…

A ver, que también puede ser que tus primeras veces meditando hayan sido una maravilla, también conozco gente que lo ha vivido así, y, en ese caso, enhorabuena. Pero creo que, en la gran mayoría de veces, no es así. Y que por eso mucha gente no medita. Porque, si no, con lo beneficioso y maravilloso que es meditar, todo el mundo lo haría. Así que algo me da en la nariz de que la incomodidad es lo que más se nos presenta de primeras, como me pasó a mí.

¿Cómo es la mejor manera de gestionarlo? Con aceptación (la aceptación, otro temazo que daría para varios posts, si os interesa, hacédmelo saber y lo hablamos). Aceptando ese sentir y sosteniendo la incomodidad. Un truco para esto, que lo comparto porque nos han educado en “aguantar”: reduce el tiempo de práctica. Es decir, si las primeras veces te genera mucha incomodidad, no trates de estarte media hora, y menos si estás en lucha, acepta y sostenla unos minutos si no aguantas más. Esos minutos en aceptación te serán más beneficiosos que una hora en lucha, te lo aseguro. Porque además te acercarás a la meditación desde el respeto absoluto hacia ti y no desde la obligación y la exigencia (”lo tengo que hacer porque me han dicho que meditar es bueno” blablabla).

Por todo esto, para mí la meditación es un viaje de ida. Podrás pararte, podrás incluso luchar con ella, podrá gustarte, podrás odiarla, pero nunca podrás volver atrás, incluso aunque no vuelvas a ponerte a meditar. Porque, además, olvídate de que meditar es sentarte en la postura de loto y tratar de no pensar (que no es así tampoco en realidad), meditar va más allá… y puedes meditar caminando, fregando, escuchando música o mirando al cielo, o a tu hijo… Te puedo asegurar de que meditas más de lo que piensas, pero ni te das cuenta.
Y a ti, ¿te gusta meditar?

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