Me encanta el símil del “mono loco”. Es una expresión del budismo que hace referencia a la mente agitada, a la mente dispersa, a la mente disparada… igual que un mono loco, que salta, se agita, y es incapaz de estarse quieto.
Y pensamos que tenemos que “dominarlo”, que controlarlo, obligarlo a parar… Imagina cómo sería si trataras de sujetar a un mono desaforado, ¿qué ocurriría? Que se revolvería y agitaría aún más… pues eso mismo pasa con nuestra mente y así entramos en un bucle sin fin. De lo que se trata es de calmarlo, de aquietarlo, de ayudarlo a encontrar un estado de paz.
¿Y cómo podemos entonces calmar al mono loco?
Hay muchas maneras, y hoy te voy a proponer una…
Una forma estupenda de calmarlo es respirando. El entrar en contacto con nuestra respiración es una de las mejores maneras de autorregularnos. Puede parecer difícil parar cuando estamos en pleno locurón, pero es posible y más fácil de lo que pensamos. Para un segundo y respira. E imagina cómo, con cada respiración, se drena ese jaleo mental que te aturulla, bajando por tu cuerpo hasta salirte por los pies. Y, con cada respiración, ese mono se va relajando, esa dispersión se va drenando, esa agitación va bajando… y, con cada respiración, va bajando más y más… hasta calmarse por completo. Hasta que el mono se queda tranquilito y relajadito… Hasta llegar a un estado de paz.
Te explicaré más maneras en próximos posts… 😉